Un policía necesita tener su vida en orden, ya que la muerte acecha a la vuelta de la esquina
Al igual que muchos países de América Latina, la Argentina está atravesando tiempos difíciles, lo que está ejerciendo presión sobre las fuerzas del orden. Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) entrevistó al padre Nicolás Daniel Julián, capellán mayor de la policía de la provincia de Córdoba. Él es un pionero en la atención pastoral a los policías.
La sociedad confía esta específica e importante tarea a las fuerzas del orden. ¿Cuál es el mayor reto al que se enfrentan?
Cuando suenan las señales de emergencia, la policía se pone en marcha, muchas veces sin saber lo que se va a encontrar. Puede tratarse de una situación en la que una anciana ha perdido a su gato, que se ha subido a un árbol, o puede tratarse de una casa en la que el padre ha matado a su mujer y tiene a sus hijos como rehenes y acaba suicidándose en su desesperación. Esta es la vida de un policía; a veces salen dos policías y solo vuelve uno vivo. La vida de un policía es muy, muy estresante.
Por eso insistimos en su formación. Podemos ver que un policía ha tenido un gran entrenamiento. Sabe lo que debe hacer. Trabajamos sobre la base de la doctrina social católica y los principios éticos y le proporcionamos el por qué tiene que hacerlo y el cómo debe hacerlo. Creo que en ningún lugar del mundo el policía debe olvidar que el delincuente es una persona y que ese delincuente también tiene un alma que necesita ser salvada.
Como usted ha dicho, es una profesión muy peligrosa, en la que cualquier día puede pasar cualquier cosa. ¿Cómo se les prepara para el peligro?
Les decimos que deben tener su vida muy ordenada. Tienen que haber sido capaces de despedirse de sus familias (cada día) sin dejar cosas sin decir o sin hacer. Muchos policías mueren en el cumplimiento del deber. Si haces mal tu trabajo no sabes si vas a perderlo o no; a veces puede que sí. Si un panadero no hace bien su trabajo, entonces su familia no tendrá pan ese día. Si un policía hace mal su trabajo, alguien puede morir, alguien puede perder su libertad o perder sus pertenencias. El trabajo de un policía, la materia prima, si me permites decirlo así, es la vida y la libertad. Es un servidor de la vida.
¿Esto debe ser seguramente una terrible carga psicológica? Gran parte de la formación policial se centra en la delincuencia. En la sociedad, gracias a Dios, hay más gente buena que mala. Nuestro planteamiento es que, aun reconociendo todo lo que tiene que ver con la delincuencia y todas las leyes, normas y procedimientos específicos en relación con ella, deben, sin embargo, centrarse en el servicio. Esto es muy beneficioso porque les llena la vida. Les apoyamos en su formación, en relación con la ética y la moral profesional. Entre otras cosas, hemos compuesto una oración para los policías, parte de la cual dice “Señor, ayúdame a realizar las tareas más duras sin endurecerme, los actos de servicio más nobles sin vanagloriarme”. Este es el punto fundamental.
Un policía está muy en contacto con el mal, con la violencia, la corrupción, el robo, el tráfico de personas, la droga. ¿Cómo consiguen no quedarse atrapados en una visión negativa del mundo?
No es fácil para ellos. Están muy concentrados en buscar lo que la gente común no ve, y lo encuentran muy fácilmente. Un sacerdote, digamos, ve todo desde la perspectiva de la fe, ve a través de los ojos de la Iglesia, como decimos. Un periodista ve las cosas desde su propio punto de vista o profesión. Y un policía también ve las cosas desde su propia perspectiva. Están muy expuestos a la contaminación de lo que tienen que tratar, la oscuridad, la turbiedad, el lado maligno de la sociedad. Les ayuda la espiritualidad y la familia, que les apoya porque esta carga emocional es un peso psicológico muy grande que hay que llevar.
—Maria Lozano