Una madre católica en Kenia lucha contra los matrimonios infantiles

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Debido a la pobreza y al analfabetismo, los matrimonios de niños siguen siendo muy comunes en Kenia. Inspirada por su propia experiencia, la fundadora y directora de la Asociación de Madres Solteras de Kenia, Angelina Nandwa, rescata a las jóvenes de sus matrimonios y les ofrece apoyo espiritual, académico y económico. Contó su historia a la Ayuda a la Iglesia que Sufre:

Angelina

“Me llamo Angelina Okweya Nandwa, tengo 64 años y soy madre de 9 hijos; 3 son hijos biológicos y 6 fueron adoptados de mis parientes fallecidos. Soy católica de nacimiento”.

“Mis parientes y yo somos miembros de la iglesia local y de un grupo de oración de la comunidad. Además soy miembro de la Asociación de Mujeres Católicas, donde consolamos a las personas en tiempos de necesidad y visitamos a los enfermos, ancianos y huérfanos”.

“Estudié en la Escuela Primaria de Niñas de Nuestra Señora de la Misericordia, y mientras estuve allí recibí los sacramentos bajo la guía de estrictas monjas católicas de Irlanda del Norte. Observábamos todas las enseñanzas católicas, y la confesión era obligatoria todos los sábados”.

“Cuando tenía 17 años, volví a casa de vacaciones y me enteré de que mi primo había encontrado a un divorciado de 60 años, y padre de 6 hijos, para casarse conmigo. Mi resistencia nadie la contempló, y cedí por miedo a las maldiciones de mis padres, que ya habían aceptado la oferta”.

“Llevé una vida triste, frustrante y solitaria. Mi nueva familia me maltrató. Básicamente, me contrataron para que trabajara: nadie podía ayudarme con las tareas domésticas, y siempre que estaban cerca me sentaba sola en la cocina. Creo que el hombre necesitaba a alguien que cuidara a sus hijos, pero no a una compañera de vida”.

“Durante mi primer embarazo, sufrí de depresión y de una hipertensión casi fatal. Gracias al amor de Dios, ambos sobrevivimos, aunque el bebé solo pesaba un kilo y fue puesto en una incubadora durante 3 meses”.

“Cuando salí del hospital, nada cambió. No tenía un ayudante y mi marido no permitía que nadie lo visitara por miedo a que me convencieran de que lo dejara”.

“Mientras estaba embarazada de mi segundo hijo, me desperté un día, me miré en el espejo y me di cuenta de que ya había tenido suficiente. Volví con mis padres, que me acogieron de nuevo. Los perdoné por [obligarme a] casarme. Tomé fuerzas de las lecturas dominicales de la liturgia, mis oraciones y el rosario”.

“Mi padre era un miembro muy disciplinado del Ejército, y mi madre era una trabajadora social, como una partera y entrenadora de la comunidad. Nuestros padres nos inculcaron el espíritu del voluntariado a una edad muy temprana, lo que me llevó a mi trabajo actual. Una vez que me curé emocionalmente, sentí que había una gran necesidad de un foro donde las madres solteras pudieran reunirse para compartir sus experiencias y encontrar soluciones a sus problemas, especialmente por el bien de sus hijos”.

“Fundé la Asociación de Madres Solteras de Kenia (SMAK), en 1991. Celebramos reuniones mensuales en mi casa hasta que encontramos un lugar de reunión. Mi enfoque sigue siendo el de las madres solteras jóvenes, y actualmente ofrecemos un programa residencial a 10 madres adolescentes con bebés menores de un año”.

Las chicas del programa SMAK

“Rescatamos a las niñas de los matrimonios forzados con hombres mayores y las preparamos durante un año con diferentes habilidades para la vida, después de lo cual las registramos para el examen de grado del Gobierno (NITA). También les damos tiempo para que asistan a clases para adultos, ya que no han recibido una educación secundaria”.

“Recibimos principalmente fondos de los benefactores y alquilamos algunas de nuestras instalaciones durante las vacaciones escolares. También ofrecemos servicios de catering y panadería en el exterior”.

“Las áreas que actualmente plantean desafíos económicos son la recaudación de dinero para el examen del Gobierno (NITA), que cuesta 5.000 chelines [unos 50 dólares] por niña; la recaudación de dinero para comida, material de clase y ropa de cama adecuada, zapatos, juguetes, pañales y ropa para las niñas y sus bebés”.

“Mi sueño es que SMAK se convierta en una universidad comunitaria multipropósito dirigida por exalumnos, y espero que cambie el estatus académico y el estilo de vida de muchas madres jóvenes”.

En 2017, Ayuda a la Iglesia que Sufre, mediante proyectos por un valor de 720.000 dólares, colaboró con la Iglesia en Kenia. Estos proyectos incluían el apoyo a los seminaristas, la ayuda para la subsistencia de las religiosas y la construcción de iglesias y capillas. En toda África, Ayuda a la Iglesia que Sufre apoya numerosas iniciativas destinadas a fortalecer el matrimonio y la vida familiar.

—Susan Mwnesi