Viajaste con nuestro pueblo sufriente hasta la muerte

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Un homenaje al padre Imad Daher, fallecido en el terremoto del 6 de febrero en Alepo (Siria), escrito por una amiga de la infancia.

La hermana Jacky Abinassif es de Majd el Meouch, en Líbano, y conocía bien al padre Imad Daher:

“Era amigo de mi familia —era nuestro vecino— y muy amigo de mi hermano”, declaró a Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN). Ahora reside en Montreal, donde es coordinadora de comunicación de la Eparquía Melquita de Canadá y directora de la emisora de radio trilingüe (árabe, inglés y francés) Sawt el Rab (Voz del Señor).

En los últimos años, el padre Imad había venido a Montreal cuatro veces, la última el pasado mes de enero. “Los jóvenes de nuestra Iglesia de Montreal le querían mucho”, afirma la hermana Jacky, miembro de las Hermanas de Nuestra Señora del Santo Rosario. Hombre de acción y de palabra muy apreciado, resultó herido durante la guerra de Siria, en 2012, cuando una escalera se derrumbó durante un bombardeo, aplastándole las manos y gran parte de la cara.

Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) recibió permiso para adaptar y compartir el testimonio de la hermana Jacky. ¡Shukran! (gracias)

Querido Padre Imad,
En enero no sabíamos que su visita a Montreal sería la última.

Tuve la oportunidad de tomarle esta foto con su maleta: ¡es como si estuviera de camino al paraíso!

Te animamos a quedarte unas semanas más en Montreal, a disfrutar de tu presencia aquí, porque en Alepo la escuela seguía cerrada y no había combustible para calentar las aulas.

Entonces me dijiste: “Durante la guerra, no me fui de Alepo y no abandoné a nuestra gente. Si tienen frío, tendré frío con ellos, y si están en peligro, viviré lo peor y lo mejor con ellos”. También me dijo: “Hermana mía, mi madre la Virgen nunca me abandona. Que se haga la voluntad de Dios”.

Durante la guerra de Siria, fuiste herido y permaneciste en el hospital durante meses. Perdiste un ojo y tuviste que someterte a varias operaciones en las manos y la cara, pero nunca te quejaste. Llevaste tus sufrimientos con los de Cristo Jesús y continuaste tu camino con nuestro pueblo sufriente hasta la muerte. Compartiste la tragedia del terremoto con los habitantes de Alepo y, por segunda vez, caíste bajo los escombros. Pero esta vez, partiste para reunirte con aquel a quien tu corazón ama, Jesús.

Padre Daher (foto cortesía de la hermana Jacky Abinassif)

Querido Padre Imad, compañero de mi juventud y compañero en el rezo del Rosario, durante la guerra del Líbano, fuiste el único que fue de Ain El Remmaneh a Achrafieh y luego a Al Dawra, bajo las bombas, para ver si todo iba bien en las comunidades cristianas.

Después de 25 años, nos volvimos a encontrar en Canadá, y viniste a participar en el Festival de la Voz del Señor. Estabas entusiasmado y feliz de ver un festival para el Señor.

Por otra parte, durante la pandemia del COVID-19, participaste en una emisión emitida en directo en Facebook por la emisora de radio que dirijo (Sawt el Rab) sobre las doctrinas de la Iglesia católica, con la preocupación de que la gente volviera a las enseñanzas de nuestra Iglesia. Con tono firme, me dijo: “No debemos seguir a cualquiera. Nuestra Iglesia es nuestra madre, y ha sido nuestra escuela durante 2.000 años”.

En la catedral greco-melquita católica de Saint-Sauveur, en Montreal, tanto los jóvenes como los mayores te adoraban. En todas las salidas y reuniones, los jóvenes te querían allí.

Hermano mío, sé que estás en el cielo, pero tu partida es desgarradora.

Que el Señor ayude a tu madre y a tu familia.

Ayúdanos en nuestro encuentro contigo, a imagen de nuestro Maestro y Salvador Jesús, que nos enseñó que somos los hijos de la resurrección, los hijos del Reino de Dios.

¡Cristo ha resucitado!

¡Ha resucitado de verdad!

Ruega por nosotros, querido padre y hermano, y apoya a todos los que se dirigen a ti.

Por último, en el espíritu de la carta de San Pablo a los Filipenses, capítulo 1, versículo 23, sé que uno de tus mayores deseos era: “…partir y estar con Cristo, porque eso es mucho mejor”.

Ila lika, ¡Adiós!

— Hermana Jackie & Mario Bard