Tras 60 años de independencia, África sigue sumida en la pobreza y la violencia. Solo la Iglesia es el baluarte de un cambio positivo

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1960 HA SIDO llamado el Año de África, ya que en ese año 17 países africanos obtuvieron su independencia del dominio europeo: 14 de Francia, 2 de Gran Bretaña y 1 de Bélgica. Camerún se independizó el 1° día del año, seguido por Togo, Madagascar, Somalia y la República Democrática del Congo (RDC). En agosto, se celebrarán los aniversarios de la independencia de otros 9 países, Benín, Níger, Burkina Faso, Costa de Marfil, República Centroafricana, República del Congo (Congo Brazzaville), Gabón y Senegal. Más adelante en el año en curso, se celebrarán otros 3 aniversarios, los de la independencia de Malí, Nigeria y Mauritania.

Para conocer las reflexiones sobre los 60 años de independencia en África, Ayuda a la Iglesia que Sufre habló con el padre Apollinaire Cibaka Cikongo, un sacerdote congoleño, que es decano y profesor de la Universidad de Mbuji-Mayi en la RDC. Es autor de muchos libros y artículos de teología, comentarios sociales y literatura.

60 años después de la independencia, África sigue sufriendo muchos conflictos y disturbios. Usted se refirió a 60 años de fracaso que han convertido a África en el continente de la violencia. ¿No es un análisis muy duro?

No, es la verdad. El estado actual del África negra no es fruto de una dinámica positiva, sino de una dinámica de violencia provocada por la conquista occidental de África: el tratamiento de los esclavos negros, el colonialismo, las falsas independencias, la guerra fría, las dictaduras y las aparentes democracias. Activada tanto desde dentro como desde fuera, esta violencia es un rasgo constitutivo del África negra, en la medida en que se ha convertido en una entidad geopolítica construida sobre la violencia, que sufre de violencia y vive de ella.

Los niños en Ghana
Los niños en Ghana

¿A qué se debe esto?

La violencia física continúa cada año, y sin piedad, quitándole la vida a miles de personas. Hay 3 factores clave que causan el estallido de estas guerras. En primer lugar, los conflictos provocados por “coexistencias fallidas”, resultado de configuraciones geopolíticas artificiales, fruto de intereses de poder internos y externos que manipulan y crean conflictos entre los diferentes pueblos africanos. En segundo lugar, hay guerras causadas por la codicia, por los intereses económicos de ciertos grupos indígenas y de las potencias internacionales. La lucha por el control y la explotación de los inmensos recursos humanos y naturales del continente está costando muchas vidas humanas en África. Y, por último, hay guerras de religión mediante las cuales se está convirtiendo a la fuerza a ciertos pueblos y culturas y que actualmente, en el caso del islam, han asumido una expresión de terrorismo violento, ciego, absurdo y gratuito en nombre de causas que nada tienen que ver con los intereses vitales del pueblo africano.

¿Por qué sigue siendo así después de 60 años?
Nuestra economía se construye en torno a los intereses de las grandes potencias que nos sometieron, y también por los nuevos que vienen de Asia. Estas potencias siguen obteniendo más beneficios de los recursos del continente que las propias naciones africanas, debido a las injustas reglas de un cruel sistema de mercado. Además, la economía no ha podido desarrollarse ni diversificarse; no ha ido más allá de la extracción, el transporte y la venta de materias primas. Después, tenemos que volver a comprar estos bienes a precios altos en mercados controlados por otros. También es el resultado de la mala gestión y el robo en los propios países. Lo poco que queda en el país no se gestiona por el bien de todos los ciudadanos, sino según los deseos y caprichos de los que ostentan el poder del Estado y sus representantes electos.

Algunos de los socios del proyecto de Ayuda a la Iglesia que Sufre se quejan de un “sometimiento social” en relación con su cultura. Muchas ONG, incluso las agencias de ayuda internacional, imponen condiciones destinadas a cambiar la visión del mundo, la forma de vida de los africanos. ¿Es cierto esto? 

Se trata de una forma de violencia cultural ejercida por poderes e intereses externos que niegan los valores culturales africanos profundamente arraigados con el fin de imponer ideologías que nos son ajenas y muy a menudo contrarias a la ley natural. Esto ocurre principalmente en asuntos relacionados con la vida y la familia, mediante el uso de presiones económicas, diplomáticas, políticas y culturales; es también una forma de violencia antropológica, porque nos priva del derecho a determinar libremente nuestras vidas, un derecho que pertenece a todo ser humano. Este es el principal legado de la trata de esclavos, que transformó a África en un verdadero infierno y en el que los negros han sufrido siglos de denigración, no solo desde el exterior, sino también de una especie de “auto-racismo” a través de la interiorización por parte de los propios africanos de su condición de “menos que humano”.

Fr. Apollinaire Cibaka Cikongo (© Emmeric Fohlenz-ACN)
Fr. Apollinaire Cibaka Cikongo (© Emmeric Fohlenz-ACN)

¿Qué papel ha desempeñado la Iglesia católica en estos últimos 60 años?
La Iglesia funciona mejor que cualquier otra institución. A pesar de los fallos y las dificultades, es la única de todas las instituciones heredadas de Occidente que realmente funciona. En muchos lugares, como en la RDC, por ejemplo, se podría decir que la Iglesia es el Estado, sin el cual no habría vida, ni esperanza, ni futuro. Esto se puede ver en muchas áreas, especialmente en el campo de la educación y el cuidado de la salud. En ausencia de un Estado que vele por la educación y la salud de su pueblo, la Iglesia es responsable de alrededor del 50% de todas las escuelas, centros de formación, hospitales y centros de salud, con algunos de ellos entre los mejores del país. A menudo son los únicos en todas esas ciudades y pueblos olvidados por el Estado.

¿Cuáles son las dificultades de la Iglesia al respecto?

La Iglesia católica está llevando a cabo su trabajo pastoral y social ante la fragilidad interna y la hostilidad externa que amenazan constantemente con socavar o arruinar su trabajo. Sufrimos una fragilidad interna a causa de los laicos, que tienen poco sentido del compromiso con su vocación secular; el compromiso social de la Iglesia descansa en los obispos y las conferencias episcopales, y esto la debilita. Además, carecemos de recursos materiales y dependemos de la generosidad del exterior, ya que sin esa ayuda la Iglesia africana no podría sobrevivir y servir.

Finalmente, nos enfrentamos a una situación de feroz competencia religiosa de las sectas evangélicas, y los cristianos están disminuyendo demográficamente, porque no hemos logrado renovar nuestro enfoque del apostolado cristiano.

¿Cuál es la naturaleza de la hostilidad externa al trabajo de la Iglesia?
Debido a su trabajo social, la Iglesia amenaza muchos intereses privados y por esta razón socavar su influencia es el objetivo de muchos de estos actores, especialmente los políticos. La Iglesia es incómoda, odiada e incluso perseguida por algunos Estados que, en lugar de facilitar su trabajo, tratan de silenciar su voz, utilizando métodos violentos e intimidatorios para suprimir toda expresión de crítica al statu quo.

Una de las estrategias utilizadas para debilitar a la Iglesia es crear división entre los cristianos, y la otra es fomentar la corrupción del “mundo religioso” a través de la multiplicación de nuevas Iglesias cristianas, muchas de las cuales son puramente esquemas para ganar dinero. En el caso de la RDC, durante los últimos 30 años, el Estado ha concedido personalidad jurídica a unas 17.000 de las llamadas Iglesias cristianas. Para decirlo de otra manera, un promedio de 3 nuevas Iglesias han sido creadas cada 2 días. Lo mismo ocurre con la promoción social del islam por parte del estado.

¿Qué pueden hacer los católicos para no ser parte del problema sino de la solución?

Solo una Iglesia fiel a Cristo y al Evangelio, a través de la contemplación, la humildad, el servicio, el comportamiento ejemplar y el compromiso de todos sus miembros puede ser igual a su misión espiritual dentro de la sociedad. Es lo único que Cristo le pide a la Iglesia, para que sea el templo e instrumento de su amor y su gracia.

—María Lozano