En la República Democrática del Congo, apoyo a las religiosas y sacerdotes que luchan contra la pandemia

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UNA PÉRDIDA DE SALARIOS que, para empezar, eran precarios. No hay más apoyo material o financiero de los feligreses: pobreza absoluta. La pandemia del coronavirus y el aislamiento en la República Democrática del Congo han tenido un impacto severo en la Iglesia. Para mitigar las penurias, Ayuda a la Iglesia que Sufre ha concedido ayuda de subsistencia de emergencia a casi 70 comunidades de mujeres religiosas en Bukavu, una provincia eclesiástica del este del país.

Hijas de la Resurrección, en Bukavu
Hijas de la Resurrección, en Bukavu

Al 22 de junio de 2020, había 5.826 casos confirmados de COVID-19 y 130 muertes en la República Democrática del Congo. Con la llegada de la pandemia, la vida de las hermanas en Bukavu se convirtió en una pesadilla. Incluso en circunstancias normales, la situación allí es extremadamente difícil. En una región plagada de conflictos étnicos, incursiones armadas de los países vecinos, secuestros y violaciones, las hermanas se ganan la vida enseñando el catecismo y trabajando en escuelas y centros de salud. Sin embargo, las medidas impuestas para protegerse contra el coronavirus les han cortado el suministro, haciendo su situación extremadamente precaria.

Los salarios dejaron de pagarse cuando se proclamó el estado de emergencia, el 24 de marzo. Además, los trabajadores médicos, incluyendo a muchas hermanas, son compensados de acuerdo al número de pacientes que tratan. Sin embargo, por temor a que al contagio, la gente se muestra reacia a ir a los hospitales para recibir atención. Para las hermanas esto ha significado una drástica caída en los ingresos o incluso una completa pérdida de ellos. Los religiosos que trabajan en las escuelas dependen de las contribuciones para sus gastos de vida que normalmente reciben de los padres. Con las escuelas cerradas debido a la pandemia, estas contribuciones desaparecieron.

Para asegurar la subsistencia de las hermanas, y en respuesta a una petición del arzobispo François-Xavier Maroy, de Bukavu, Ayuda a la Iglesia que Sufre ha aprobado el apoyo para 69 comunidades de hermanas de 6 congregaciones diferentes que sirven en las 6 diócesis de la provincia eclesiástica de Bukavu. La subvención de 135.000 dólares beneficiará a 464 religiosas.

“Es nuestro deber darles consuelo frente a estas privaciones, un consuelo que hará que se multipliquen muchas veces para beneficiar a quienes tienen incluso menos que ellas mismas”, dijo Christine du Coudray, que supervisa los proyectos de Ayuda a la Iglesia que Sufre en la República Democrática del Congo. Y añadió: “Aunque todas las organizaciones no gubernamentales han huido a causa del conflicto en curso, la Iglesia y en particular las hermanas siguen allí, cerca de los grupos más desfavorecidos, como almas buenas, no reconocidas, pero plenamente en el espíritu de la Madre Teresa”.

“Este conflicto lleva 20 años; cuántas veces los he visitado después de otro ataque de bandas rivales, después de que se convirtieran en víctimas de violaciones y masacres que no perdonaron a nadie, después de que sobrevivieran a terremotos, deslizamientos de tierra o impresionantes inundaciones, como acaba de ocurrir en Uvira (a unas 60 millas al sur de Bukavu), cataclismos que arrasan  y destruyen con todo a su paso”.

Esta ayuda es parte de la respuesta continua de Ayuda a la Iglesia que Sufre a la pandemia global. Desde el comienzo, la organización aprobó estipendios de misa para los sacerdotes que sirven en varias diócesis del país. Estos sacerdotes también se enfrentan a graves dificultades financieras. Sin las colectas dominicales o las otras fuentes de ingresos que ya no están disponibles para ellos debido a la suspensión del trabajo pastoral y comunitario, muchos sacerdotes no pueden ganarse la vida por sí mismos ni llevar a cabo su trabajo pastoral.

Las hermanas del monasterio trapense de Murhesa
Las hermanas del monasterio trapense de Murhesa

“En tiempos normales, los fieles apoyan a los sacerdotes con alimentos y otras donaciones”, dijo el obispo Bernard-Emmanuel Kasanda, que dirige la Diócesis de Mbuji-Mayi, en el centro del país; “ahora que todas sus ovejas tienen que quedarse en casa debido al aislamiento, de repente la vida de todos es mucho más difícil que antes, porque la mayoría de la gente está afectada por la altísima tasa de desempleo (casi el 96%)”. Al principio de la crisis, Ayuda a la Iglesia que Sufre ya había donado estipendios de misa para apoyar a los 289 sacerdotes y religiosas de la diócesis.

Un gran número de estipendios de misa también han beneficiado a 25 sacerdotes de la Congregación de los Misioneros de los Trabajadores. Los estipendios son realmente un “alivio”, escribió uno de los beneficiarios, el padre Alain Mwila Wa Ilunga, que comparte la ayuda financiera “con los más pobres de los pobres y los enfermos indigentes para que puedan tener el pan de cada día”. El maestro de novicios de la orden, el padre Clément Mwehu Muteba, dijo que lo utilizará para comprar gasolina, para poder seguir haciendo su apostolado en la capilla que le ha sido asignada. Gracias a los estipendios de misa, puede también “comprar algunas hojas de papel, necesarias para enseñar a los jóvenes” con los que trabaja en Lubumbashi, en la provincia de Alto Katanga.

Otros beneficiarios de los estipendios de misa son 40 sacerdotes de la Diócesis de Kilwa-Kasenga, en la parte oriental del país. Los estipendios “aseguran nuestro sustento y salvaguardan la vida de miles de creyentes que, gracias a nuestros humildes esfuerzos, escuchan la Santa Palabra de Dios y pueden recibir los sacramentos”, dijo el padre André Mpundu, vicario de la Parroquia del Beato Anuarita, en Kasenga.

El vicario nos informó sobre la gratitud de un antiguo sacristán de 80 años. Se lo dijo al padre Mpundu: “Una enfermera viene regularmente a visitarme para tratar mi reumatismo, pero cuando usted me visita, padre, viene con Cristo, para que pueda recibir la Sagrada Comunión, entonces mi alegría es inmensa e ilimitada”. “A menudo oímos estos y otros sentimientos similares”, dijo el padre Mpundu, quien, gracias a los estipendios de misa, continúa visitando a los enfermos, a los ancianos y a los que están solos. Concluyó: “Esto es muy alentador para mi servicio como sacerdote”.

—Christophe Lafontaine