El Líbano esta viviendo un “infierno”

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EL PUEBLO LIBANÉS LUCHA POR SATISFACER LAS NECESIDADES BÁSICAS DE SUBSISTENCIA. No hay gasolina, no hay electricidad, no hay pan, no hay medicinas, no hay seguridad, no hay trabajo, no hay futuro, y lo peor de todo es que la gente se pelea por un litro de gasolina y sus seres queridos mueren por falta de medicinas. Ayuda a la Iglesia que Sufre habló con dos cristianos libaneses sobre sus dificultades:

“Estos son los peores días de nuestra vida, llenos de humillación y sufrimiento”, dijo Morcos, un maronita de 60 años, a Ayuda a la Iglesia que Sufre. Se ve obligado a vivir lejos de su mujer y sus dos hijos, desde que tienen que trabajar en Beirut; él vive con su madre de 95 años y su hermano enfermo en su ciudad natal. Uno de sus hijos le apoya económicamente, mientras que el segundo apenas puede cubrir sus propias necesidades”.

Esta familia básicamente no tiene ingresos fijos y depende del apoyo de la comunidad y de las organizaciones que les dan ayuda de vez en cuando. “Estoy agradecido de ver como Jesús nos ha enviado a personas tan amables para darnos un rayo de esperanza en esta terrible situación, pero, por desgracia, su apoyo no es suficiente para que mi familia sobreviva”, dice Morcos.

“Mi madre es mayor y necesita todo tipo de medicamentos diarios. Mi hermano es diabético y tiene problemas de visión. Ambos necesitan cuidados especiales, y yo ya no puedo proporcionarlos”.

“Mi tarea diaria se ha convertido en ir a todas las farmacias de Beirut para conseguir medicamentos para sus enfermedades crónicas, pero a veces vuelvo a casa desesperado sin medicamentos porque no los he encontrado o porque no he podido pagar su nuevo precio. Mi madre y mi hermano pasan días y a veces un mes sin tomar sus medicamentos. En algunas farmacias me dan la versión genérica, una marca desconocida de origen desconocido, a veces pasada la fecha de caducidad. Pero es mejor que no tomar ningún medicamento y suele ser más barato”.

“Sé que la causa de la actual crisis del Líbano es política y la mayoría de los libaneses se dan cuenta de ello. Nuestro gobierno y los políticos ni siquiera son conscientes de nuestra tragedia, ya que viven en su propio mundo de lujos. Los precios de los productos cotidianos han aumentado una promedio del 600 por ciento”.

“Fui cocinero durante más de 30 años y todo iba bien hasta que el sector de la hostelería en Líbano empezó a ahogarse debido a las condiciones inestables. Luego trabajé como taxista, pero también perdí mi empleo por la crisis económica y por la falta de gasolina. Así que estoy desempleado, esperando la ayuda de las organizaciones benéficas”.

“Hay muchas ONG en el Líbano que distribuyen paquetes de alimentos con aceite, comida enlatada, frijoles, etc., a las personas necesitadas. Las iglesias y algunas organizaciones ofrecen comidas calientes diarias para miles de personas. Muchas ONG proporcionan medicamentos y vitaminas. Estas contribuciones evitan que el pueblo libanés se muera de hambre. El principal apoyo para muchas familias son los emigrantes libaneses que envían dinero a sus familiares todos los meses. Los libaneses en el extranjero envían cada mes millones de “dólares frescos”. Pero nosotros no tenemos esos parientes”.

“Mi corazón sangra cuando veo a mi familia sufrir y no puedo cambiar esta dura realidad, ojalá pudiera encontrar alguna oportunidad de trabajo fuera de este infierno, para poder dejar este país invivible por cualquier otro y recuperar nuestra dignidad”.

“Si no fuera por Dios no estaríamos aquí ahora. Gracias a Dios, nuestra fe no ha hecho más que fortalecerse. Nuestra fe es lo que nos ha mantenido firmes y vivos hasta ahora. No tenemos a nadie a quien recurrir excepto a Dios durante esta crisis, en estos tiempos difíciles e incluso antes, porque Él es quien nos dio la vida y es quien puede quitárnosla.”

 

El testimonio de una madre

Ferial y su esposo

Ferial, de 63 años, es madre de cuatro hijos; su marido perdió el trabajo tras sufrir problemas cardíacos. Trabaja como aseadora en una escuela por 30 mil liras libanesas al día, lo que equivalía a 20 dólares hace unos meses. Hoy, tras la devaluación de la lira libanesa, que pasó de mil quinientas a 20 mil libras por dólar, su salario equivale a 1 dólar con 50 centavos al día. Ella le contó a la ACN su historia:

“Mi único hijo trabaja como repartidor, y por supuesto, lo que gana no es suficiente para cubrir las necesidades más básicas. Una de mis hijas tiene que devolver un préstamo al banco. Antes de esta crisis, la situación era mejor, pero hoy, le cuesta asegurar la cuota mensual. Mi corazón se consume por mis hijos y por mi marido enfermo. La semana pasada, mi esposo me pidió un melocotón. Fui a la tienda y le compré solo dos piezas, porque no podía permitirme más de dos. Su médico dijo que tiene que comer alimentos sanos, y viendo su cuerpo flaco y débil, se puede ver qué tipo de alimentación recibe”.

“Estamos realmente en el infierno; las panaderías advierten que podrían tener que cerrar debido a la escasez de combustible. Tenemos que hacer fila para conseguir pan y se nos ha hecho difícil comprarlo por su alto precio”.

Es verano y hay una ola de calor y no hay electricidad para hacer funcionar el aire acondicionado o incluso los ventiladores. Mi marido sufre por todo esto a causa de su enfermedad”.

“Lo que está ocurriendo es un crimen contra la humanidad y esta situación no se puede tolerar. Soy una mujer de sesenta años, pero parece que tengo ochenta por las preocupaciones y la opresión. Soy madre, mi misión en la vida es ser una buena madre, y aunque me sacrifique, eso es lo que aprendí de Jesús. Pero lo siento por mi país, por mí y por el pueblo libanés”.

En 2020, Ayuda a la Iglesia que Sufre financió proyectos en el Líbano por un total de 5 millones de dólares, que incluían paquetes de alimentos para los cristianos duramente afectados por la explosión en agosto de 2020 en el puerto de Beirut, y la reparación y reconstrucción de iglesias tras el desastre. Este año, ACN ha seguido apoyando numerosos proyectos en el país.

—Diana Khaddaj