El terrorismo y el COVID-19 —”un desastre dentro de un desastre”— suponen una doble amenaza en Burkina Faso

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PARA LOS AFECTADOS DIRECTAMENTE por los constantes ataques terroristas en el norte y el este de Burkina Faso, el coronavirus es “un desastre dentro de un desastre”, dijeron fuentes a Ayuda a la Iglesia que Sufre. Los representantes de 3 diócesis católicas de Dori, Kaya y Fada N’Gourma —todas ellas gravemente afectadas por el terrorismo islámico— coincidieron en que “la gravedad de la situación no ha cambiado y, de hecho, en algunos lugares es aún peor” que antes de la pandemia, con casi 1 millón de personas sin hogar y una ausencia total de toda respuesta eficaz por parte de las autoridades nacionales o internacionales.

Funeral del padre Simeón Yampa y de cinco fieles asesinados por terroristas, mayo de 2019

En el departamento de Bourzanga (región centro-norte) y Djibo (región del Sahel), los ataques continúan a diario. Regiones enteras han quedado incomunicadas no por el bloqueo resultante de la pandemia, sino por la total falta de seguridad. Las pocas ciudades y aldeas aún habitadas albergan ahora a miles de desplazados internos.

Esto es particularmente cierto en el caso de la ciudad de Djibo, que desde mediados de enero de este año (2020) ha quedado aislada por los ataques terroristas. Según fuentes de la Ayuda a la iglesia que Sufre, “no hay transporte, ni alimentos, ni posibilidad de entrar o salir de la ciudad”. Hay escasez de agua, combustible para vehículos y alimentos, frecuentes cortes de electricidad, etc.”.

Según el Consejo Nacional de Socorro de Emergencia y Rehabilitación CONASUR (Conseil National de Secours d’Urgence et de Réhabilitation), hay cerca de 150.000 desplazados internos que viven actualmente en Djibo, mientras que la ciudad de Arbinda, que está igualmente bloqueada, alberga a unos 60.000 desplazados. Estas dos ciudades son los últimos enclaves de vida que quedan en la región y la última barrera de protección para miles de personas amenazadas por la ocupación terrorista.

Un sacerdote desplazado, obligado a abandonar su parroquia en la Diócesis de Kaya (en la región centro-norte), le contó a Ayuda a la Iglesia que Sufre una situación similar. “Las aldeas están casi desiertas. Todo su ritmo de vida se ha visto interrumpido, aunque todavía hay algunos signos de esperanza. En mi parroquia, donde mucha gente ha buscado refugio, hay problemas para obtener las necesidades básicas. El problema crucial es siempre el agua. Es muy difícil obtener este precioso líquido, y esto significa que las mujeres se vean obligadas a regresar a las aldeas vecinas abandonadas, con todos los riesgos que ello implica, ya que están bajo la constante amenaza de los terroristas, para tratar de obtener agua y transportarla de regreso”.

En la región de Kaya hay pueblos importantes, como Namisgma y Dablo, que están aislados de los otros pueblos que solían abastecerlos. Después de repetidos ataques, los terroristas se han establecido en la gran aldea de Pensa, dejando esta pequeña ciudad aislada del resto del territorio.

Las autoridades locales y nacionales son plenamente conscientes de la crisis que sufre el pueblo. Pero sus esfuerzos se ven frustrados rápidamente, la mayoría de las veces, por la falta de recursos adecuados. Mucha gente está decepcionada porque la magnitud de la tragedia no se entiende fuera del propio país. “De las 75 aldeas de mi parroquia, no hay más de 10 que estén todavía habitadas. Todos los demás han huido. Y dado que algunas aldeas clave han sido abandonadas, una gran parte del territorio está ahora en manos de los terroristas, fuera del control del Estado”, explica otro sacerdote de la Diócesis de Kaya, que se vio obligado a huir debido a las amenazas que recibió en su parroquia.

Hay tropas extranjeras presentes, principalmente francesas, pero mucha gente en Burkina es escéptica y se queja de que no ha visto ninguna mejora. También subrayan el hecho de que si su propio ejército nacional tuviera el mismo nivel de equipamiento y armamento que las tropas extranjeras, podría responder con mayor eficacia.

En general, la mayoría de la gente se siente impotente ante este mal, y “con más razón en este momento en que todo el énfasis se pone en la pandemia del coronavirus, olvidando que el terrorismo está causando tantas o más víctimas”, explica el sacerdote.

Desde hace casi 5 años, Burkina Faso sufre esta ola de terrorismo sin precedentes. Según la información obtenida por Ayuda a la Iglesia que Sufre, el número de desplazados internos ha alcanzado casi 1 millón. Desde el año pasado, más de 1.000 personas han sido asesinadas, entre ellas cristianos, miembros de las religiones tradicionales africanas, musulmanes y soldados. 13 sacerdotes y 193 líderes comunitarios, o coordinadores pastorales, se han visto obligados a abandonar sus parroquias y a refugiarse en otras que, por el momento, siguen siendo seguras. Al menos, 8 parroquias tuvieron que ser cerradas y 7 comunidades religiosas pertenecientes a diferentes congregaciones han tenido que huir a lugares más seguros.

—Maria Lozano