En una de las zonas más pobres del Líbano, la Iglesia sostiene el cuerpo y el alma

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NOHADA VIVE SOLA EN SU CASA DE UNA SOLA HABITACIÓN EN ADDOUSIYYEH, en el Líbano, cerca de la costa mediterránea. El hijo de esta viuda se trasladó al extranjero hace años y ella sobrevive en gran medida con la ayuda de su vecina Mariam, que resulta ser la única musulmana del pueblo.

Addousiyyeh, en la diócesis de Tyr, es un triste recordatorio del estado en que se encuentra el Líbano en su conjunto. El padre Geryes tiene 29 años y fue ordenado el año pasado. Su bisabuelo, un sacerdote católico maronita casado, fue párroco del mismo pueblo hace décadas. Siempre ha habido pobres en la parroquia, pero el problema ha empeorado. “Antes de la crisis el 20% de la parroquia era pobre, ahora es el 80%”, dice el padre Geryes.

Tyr es una de las diócesis más pobres del Líbano. La comunidad cristiana, antaño floreciente, se ha reducido con el paso de los años —por la emigración, primero tras la guerra civil y luego tras la guerra de 2006 con Israel— a apenas 50 mil personas, que viven en su mayoría en pueblos cercanos a la frontera con Israel. Muchos son jornaleros o agricultores, con escasa formación y sin dinero suficiente para trasladarse a Beirut, y mucho menos al extranjero.

“Desde hace unos dos años estamos atravesando una terrible crisis económica en Líbano. La gente está desesperada, lo necesita todo. Alimentos, electricidad, medicinas, leche, a todos los niveles necesitan cosas para poder sobrevivir”, explica el arzobispo Charbel Abdallah, que dirige la arquidiócesis maronita de Tiro, que incluye a Addousiyyeh.

Arzobispo Charbel Abdallah, arquidiócesis maronita de Tiro

Las parejas jóvenes como Fadi y Rana [nombres ficticios], que tienen dos hijos pequeños, también se han visto muy afectadas. A diferencia de muchos libaneses, Fadi tiene la suerte de tener un trabajo estable en el ejército, pero solo la hipoteca de la casa se lleva una cuarta parte de sus ingresos. Ya no comen carne ni pescado con regularidad. Una vez al mes se permiten un poco de pollo.

Sin embargo, donde hay crisis, está la Iglesia. Esta ha sido otra realidad constante en el Líbano a lo largo de los años, y sigue siendo cierta ahora, en más de un sentido. No solo los párrocos como el padre Geryes ayudan a sostener a su pueblo a través de la fe, sino que la propia diócesis también proporciona una ayuda material crucial.

Con el apoyo de Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), el arzobispo Charbel Abdallah y su personal han podido entregar paquetes de alimentos a los más pobres, en todas sus parroquias.

“Escribí a Ayuda a la Iglesia que Sufre para preguntar si podían ayudarnos a apoyar a las familias más necesitadas. Afortunadamente, respondieron muy rápidamente, y con gran generosidad, y nos aseguraron una ayuda económica para comprar paquetes de alimentos. Crearon un programa para nosotros y este programa se desarrollará hasta julio e incluirá varias distribuciones de 1.500 paquetes de alimentos entre todas las parroquias de nuestra diócesis”, explica el obispo.

Cada paquete incluye algunos alimentos básicos, aceite de cocina y otros artículos de primera necesidad. Antes de la crisis, un salario medio de 1.500.000 libras libanesas habría valido cerca de 1.000 dólares, el valor actual en la calle ronda los 60 dólares. El salario mínimo de 675.000 libras libanesas ronda ahora los 30 dólares; esto lo convierte en uno de los salarios mínimos más bajos del mundo, lo que hace imposible que las familias normales puedan comprar los alimentos que ahora se distribuyen con la ayuda de ACN.

La ayuda no se proporciona solo a los católicos, o a los cristianos, sino a todos los que la necesitan. Mariam, vecina de Nohada, también es beneficiaria, por ejemplo.

“Esta es una iniciativa que significa mucho para nosotros. La gente del Líbano está muy apegada a su fe, y se alegra de ver que la Iglesia, tanto en el Líbano como a nivel internacional, se solidariza con ellos”, dice el arzobispo.

“Muchas gracias, de corazón, a ACN, que siempre ha estado tan cerca de nuestra diócesis. Nuestra gente está feliz de ver esta solidaridad de la Iglesia, y de recibir estos paquetes que les ayudarán a afrontar su vida diaria”, añade.

—Felipe D’Avilez