La vida es muy difícil para una madre soltera católica en Pakistán

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Rubina Bibi (38) es una viuda católica y madre de 5 hijos. Vive en Sargodha, Pakistán. En 1998 se casó con Boota Masih, que ya ha fallecido. Actualmente, vive en una casa en ruinas que solo tiene una habitación y carece de las necesidades básicas. No tiene ingresos regulares, aunque trabaja como empleada doméstica; solo gana lo suficiente para proporcionarles comida a sus hijos. Se preocupa por la salud y la seguridad de ellos, pero no puede tener una casa mejor. La historia de Rubina ofrece una instantánea de la vida de un cristiano sin recursos en Pakistán.

Rubina, sus hijas e hijo adoptivo

“Me llamo Rubina Bibi. Mi marido se llamaba Boota Masih. Pertenezco a la Iglesia católica y fui bautizada por un sacerdote en la Parroquia de Sargodha. Mi marido era un trabajador y recibía un salario diario; después de casarnos, alquilamos una casa para vivir”.

“Sobrevivimos en condiciones muy precarias. Mi primera hija, Rimsha, nació después de 2 años de matrimonio; después de ella, tuvimos 4 hijas más. Mi marido murió repentinamente de un ataque al corazón antes del nacimiento de nuestra quinta hija. En ese momento, mi hija mayor tenía solo 12 años”.

“Después de la muerte de mi marido, la vida se hizo más dura, más laboriosa. Era muy difícil criar a nuestros hijos sin su apoyo, así que decidí salir de casa y encontrar trabajo como criada. Siendo mujer, me enfrento a muchos obstáculos y desafíos en el trabajo; es difícil proveer las necesidades de la familia”.

“Mis hijos estudiaban en una escuela cercana, pero fueron expulsados porque no podía pagar la matrícula. Busqué otras escuelas en diferentes áreas de la ciudad y encontré una dirigida por la Iglesia presbiteriana de Pakistán. Ofrecían educación gratuita y acceso a las instalaciones de los albergues”.

“Con la ayuda de un pastor local, mis hijos fueron admitidos en la escuela, y mi solicitud de acceso a las instalaciones del albergue fue aprobada. Pero mi deseo de tener un hijo varón seguía siendo una fuente de angustia. Afortunadamente, ese anhelo se cumplió cuando mi hermano me entregó a su hijo recién nacido para que lo criara”.

“Para proveer de comida a la familia, trabajo de 9 a 5 de la tarde, pero no consigo lo necesario para el alquiler. Ya no recibimos ayuda de nuestro pastor local, la casa está en malas condiciones y el dueño no pagará su reconstrucción. Pido sus oraciones y el aliento de Dios, y que mis hijos, con su educación, puedan algún día valerse por sí mismos”.

A través de un informe, Ayuda a la Iglesia que Sufre pretende ofrecerles a los donantes un panorama de las vidas de los cristianos que viven su fe en circunstancias a menudo muy difíciles. Estas historias le dan un rostro humano a la Iglesia perseguida en todo el mundo, sobre todo a los fieles que sufren de forma anónima.

—Mark Sanawar