Líbano: “Nuestra misión es llevar luz a la oscuridad”
“NUESTRA HIROSHIMA” es como una sobreviviente describe la trágica explosión del 4 de agosto en la que perdió su casa. “Fue peor que una guerra porque ocurrió tan repentinamente. Todo el trabajo duro de años fue destruido en solo 7 segundos”, dice una mujer del devastado barrio de la capital libanesa, Beirut. Incluso antes de esto, el país estaba de rodillas económicamente, pero ahora la explosión ha dejado a muchas personas profundamente traumatizadas. Como consecuencia de la explosión, ahora hay un éxodo de la población.
“Alrededor del 10 % de las personas de este barrio en particular se ha ido, porque ya no pueden vivir en sus casas. No puedo hacer nada para detenerlos porque no puedo ofrecerles seguridad, que es lo que están buscando. Todavía hay gente que tiene esperanzas, pero cada día se hace más difícil”, dice el padre Nicolas Riachy, párroco de la Iglesia de San Salvador, que perdió su techo en la explosión.
Esta iglesia católica melquita fue construida en 1890, es un atesorado monumento histórico y una de las iglesias más antiguas de la ciudad. La Iglesia de San Salvador está situada en un lugar simbólico, ya que está en el límite del barrio cristiano. “Somos una especie de puerta de entrada al barrio cristiano”, explica el sacerdote. De ahí la importancia de reparar esta iglesia: “Queremos dar esperanza a los que todavía quieren permanecer aquí. Nuestra misión es llevar luz a la oscuridad en la que vivimos. No hay cristianismo sin la Cruz. Cristo es nuestro ejemplo. No es fácil ser cristiano, pero mucha de nuestra gente todavía es muy consciente de que esta tierra es tierra santa, y no podemos abandonarla”.
A pesar de la terrible devastación, el padre Nicolás encuentra motivos para dar gracias a Dios, ya que si la explosión hubiera sido un día más tarde la iglesia estaría abarrotada, porque el 6 de agosto era la vigilia de su Fiesta Patronal de la Transfiguración del Señor.
Este joven sacerdote está supervisando el trabajo de limpieza que está a punto de terminar. Pronto será posible usar la iglesia de nuevo, pero tanto en la entrada principal como en los pasillos laterales todavía hay ventanas rotas y marcos de ventanas desgarrados. Un salón con ventanas de cristal al otro lado de la plaza sigue siendo inutilizable. Pero lo que más le preocupa al padre Nicolás es el techo de la iglesia. “Si llegan las primeras lluvias de invierno, lo estropearán todo. Y también hay una grieta en el edificio que necesita ser arreglada, de lo contrario todo se vendrá abajo”, dice.
“Todas las casas de nuestros fieles tienen sus ventanas destrozadas y están sin puertas. Y encima de esto tenemos la crisis económica. Los bancos han congelado los activos de la gente, así que ahora no tienen nada. ¿Cómo me van a ayudar a reconstruir esta iglesia?”, le pregunta a Ayuda a la Iglesia que Sufre, una de las organizaciones que ha prometido apoyo en la reconstrucción.
“El Papa Francisco nos ha dicho que un Medio Oriente sin cristianos es impensable. Si los cristianos van a permanecer en este país, necesitamos a todos y cada uno de ellos. Esperemos que esta iglesia pueda seguir siendo un hermoso testimonio de la palabra del Señor”, dice el sacerdote.
Ayuda a la Iglesia que Sufre está ayudando a los cristianos más afectados por la explosión y ha donado cerca de 6 millones de dólares para la reconstrucción de Beirut. La iglesia griega melquita católica de San Salvador es uno de los varios proyectos a los que la organización ha prometido ayudar.
—María Lozano