Mozambique: una cruz con un Cristo roto
La misión católica de allí fue destruida y no se salvó prácticamente nada de ella. Muchas de las casas de los cristianos fueron quemadas, así como la iglesia, la residencia de los sacerdotes y la de las hermanas, y los edificios de la radio comunitaria de Nangololo, la segunda misión católica más antigua de la diócesis de Pemba.
Además, durante los ataques fueron masacrados más de 50 jóvenes en el interior de un estadio de fútbol en la cercana Muatide. Se cree que estas ejecuciones llevadas a cabo por los terroristas tuvieron lugar entre el 6 y el 8 de noviembre de 2020. Los relatos posteriores de los supervivientes hablan de la “agonía” de ver a más de 50 personas decapitadas.
Según las fuentes de ACN, casi todos los que vivían en la región de Muidumbe se han visto obligados desde entonces a reanudar su vida en otros lugares del país, ya sea en los campos de reasentamiento de refugiados o con parientes y amigos en otros pueblos y ciudades distantes.
El padre Edegard Silva, misionero salesiano brasileño, también se vio obligado a abandonar Muidumbe. Le resulta difícil olvidar la tragedia que se produjo allí durante aquellos días de noviembre. Ahora trabaja en Mieze, al oeste de la diócesis de Pemba, en la parroquia de Nuestra Señora del Monte Carmelo, donde ha creado unos espacios únicos para la oración. Uno de ellos es para rezar el Vía Crucis, mientras que el otro es para el “Rosario misionero”. Ambos son espacios abiertos, sin puertas, donde todos están invitados a venir y unir sus voces a las de los cristianos de todo el mundo. Cada vez que rezan el Vía Crucis, los católicos de Mieze lo hacen con el recuerdo de la violencia y la muerte en Cabo Delgado.
Con la madera extraída de una de las casas incendiadas en el atentado del barrio de Muidumbe, los católicos han creado un crucifijo para representar el sufrimiento de la comunidad de allí. “La cruz se hizo con la madera calcinada de la casa de uno de los cristianos, y la figura de Cristo está hecha con trozos rotos, porque queríamos recordar la situación de tantas personas, hombres, mujeres y niños, que han sido cortados en pedazos”, dijo el padre Edegard a Ayuda a la Iglesia que Sufre. “Y así el cuerpo —los pies, las manos y la cabeza de Cristo— está en trozos separados, como expresión de la realidad que viven tantas personas aquí en esta zona de guerra de Cabo Delgado”.
Este crucifijo de madera carbonizada con la figura de Cristo en pedazos es el elemento central del Vía Crucis, que se ha creado dentro de un pequeño espacio hecho de ramas tejidas y cubierto de paja, como todas las casas de los pueblos de esta región. En la entrada hay un pequeño rótulo en el que se puede leer que éste es “el rostro de Jesús en Cabo Delgado”.
Justo al lado hay un espacio abierto con un rosario gigante trazado en el suelo arenoso, que pretende recordar “la dimensión mariana de la Iglesia y la solidaridad que muestra la gente en tantos otros lugares del mundo”, explica el padre Edegard. En Cabo Delgado se reza mucho. Esta oración de un pueblo oprimido por la violencia expresa al mismo tiempo la vitalidad de la Iglesia que, aunque es materialmente pobre, es muy rica en vocaciones y en amor fraternal, por lo que es un ejemplo para el resto del mundo.
“Hay un aspecto hermoso en esta oración”, dijo el misionero salesiano, “y es que en cada misa siempre hay una oración por la paz en todo Mozambique y en el resto del mundo. No pedimos la paz solo en Cabo Delgado, porque la realidad de la guerra no es algo que exista solo aquí. El rosario nos abre al mundo entero, eso es lo que entendemos por rosario misionero. Cada vez que lo rezamos, pedimos la paz en todos los continentes, la solidaridad para todos y también para nosotros. Cuando llevamos nuestros sufrimientos a nuestra oración, queremos rezar no solo por los sufrimientos de Cabo Delgado, sino también por los sufrimientos de todo el mundo, las cruces del mundo”.
Cabo Delgado ha sido testigo de un enorme número de víctimas de esta violencia, del terrorismo y de la intolerancia religiosa. Desde el comienzo de la violencia ha habido más de 3.000 muertos y más de 850.000 personas que se han quedado sin hogar.
—Paulo Aido