Un auto para el trabajo pastoral en Malawi
“Estuve en la cárcel y me visitaste” (Mt. 25:36). La Iglesia se ha tomado a pecho estas palabras y manifiesta en todas partes una especial preocupación por la atención pastoral de los presos. La experiencia ha demostrado que este tipo de apostolado en las cárceles suele dar ricos frutos, ya que los antiguos delincuentes vuelven a encontrar el camino correcto una y otra vez. Reconociendo sus faltas pasadas, se proponen, una vez cumplida la condena, “enderezarse”, casarse, tener hijos y encontrar un oficio honrado.
La buena noticia de que, tras arrepentirse de sus actos, han sido perdonados por Dios es una fuente de vida nueva para ellos. A menudo es la primera vez en su vida que experimentan el hecho de que son amados por Dios, y que alguien se interesa personalmente por ellos. Sus vidas suelen ser una trágica historia de desamor y confusión, una red de la que no pueden desenredarse solos. Afortunadamente, gracias a la gracia de Dios y al apoyo y el acompañamiento del sacerdote o del agente de pastoral, encuentran la fuerza para salir de esta espiral viciosa.
En la diócesis de Zomba, en el sur de Malawi, el padre Ephraim Chikwiri es capellán de cinco prisiones diferentes. No solo celebra allí la Santa Misa, sino que organiza mensualmente jornadas de retiro y cursos de estudio bíblico en los que, bajo su dirección, los reclusos reflexionan juntos sobre la Biblia. Da instrucción religiosa y apoya a los presos en sus difíciles situaciones psicológicas y sociales.
“La Iglesia debe sanar una sociedad rota y restaurar las almas humanas”, dice el padre Chikwiri, y a menudo puede ayudarles también en sus necesidades materiales. La situación en la mayoría de las prisiones africanas suele ser espantosa, y la mayoría de las veces los reclusos carecen incluso de las necesidades básicas de la vida. En estas difíciles condiciones, el padre Chikwiri también se esfuerza por ofrecer apoyo y consejo a los guardias de la prisión y por atenderlos pastoralmente. Este también es un aspecto muy importante de su trabajo, ya que, de lo contrario, existe el peligro constante de que el personal penitenciario falte a su deber de cuidado y recurra a la violencia arbitraria, la corrupción o la brutalidad.
En el plano práctico, el padre Ephraim necesita un buen vehículo para su ministerio, ya que las prisiones suelen estar situadas en regiones remotas e inaccesibles, algunas de ellas hasta a 30 millas de distancia. Su viejo ciclomotor, que ya tiene 10 años, nunca fue adecuado para estos viajes, y se ha estropeado. El transporte público, cuando está disponible en estas zonas, es difícil y es demorado, lo que le quita un tiempo y una energía valiosos que necesita para poder dedicarse a sus tareas propias. Le hemos prometido $30.600 dólares para un automóvil.
¿Quieres ayudar al padre Chikwiri en su trabajo con los presos y sus guardias en Malawi?
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