Familia católica paquistaní lucha contra la conversión forzada de su hija

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UNA DE LAS HISTORIAS MÁS GRANDES DE PAKISTÁN en 2020 fue la de Arzoo Raja, una niña católica de 13 años residente en Railway Colony, en la ciudad de Karachi, al sur de Pakistán, que supuestamente fue secuestrada, convertida a la fuerza al Islam y casada con su vecino musulmán Syed Ali Azhar, de 44 años. Los padres de Arzoo afirman que fue secuestrada el pasado mes de octubre mientras jugaba fuera de su casa. Acudieron al Tribunal Superior de Sindh, que declaró inválido el matrimonio y ordenó su traslado a un centro de acogida. Ali Azhar fue detenido, pero posteriormente se le concedió la libertad bajo fianza. Según el Centro para la Justicia Social, con sede en Lahore, entre 2013 y noviembre de 2020 se publicaron en los medios de comunicación 162 casos de conversiones dudosas de niñas menores de edad pertenecientes a minorías. Muchos otros casos no se denuncian. Raja Lal Masih, padre de Arzoo, contó su lucha a Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN).

“Mis tres hijas han sido monaguillos; Arzoo era la más joven. Acababa de entrar en el séptimo grado. Todavía conservo la solicitud que debía presentar a la Iglesia para que le dieran útiles escolares y libros gratis. Éramos padres trabajadores que intentaban dar un futuro mejor a nuestros hijos.

Azroo Raja
Azroo Raja

“El 13 de octubre, después de dejar a mi mujer en la escuela donde trabajaba como niñera en la guardería, recibí una llamada de un pariente cercano que me dijo que Arzoo había desaparecido. Después de buscar por los alrededores, presentamos la primera denuncia en la comisaría, donde el personal nos hizo esperar durante horas. Al volver a casa, nuestro vecino nos dijo que su hijo Azhar se había casado de alguna manera con nuestra hija, pero que había sido “por error”. La familia de Azhar amenaza ahora abiertamente con alejar a Arzoo definitivamente de su familia.

“Inmediatamente llamamos a la policía, que primero tomó una buena taza de té en casa del vecino, antes de pedirnos el certificado de nacimiento y los documentos relacionados con Arzoo. Esa misma noche el agente de investigación me dijo que había aceptado el Islam. Se me estremeció el corazón”.

“Desde entonces, hemos estado dando vueltas entre los tribunales y el refugio. Hemos perdido nuestros trabajos. Hemos dejado nuestra casa para evitar las preguntas de amigos y vecinos. Un pastor protestante nos da cobijo y asistencia jurídica. Los jueces sólo escuchan a nuestro abogado y a nuestra hija. Es como si los padres no existieran. En un momento dado, pensé en saltar desde el segundo piso del Tribunal Superior de Sindh”.

“Algunos nos aconsejan que dejemos a nuestro abogado musulmán. Pero no podemos arriesgarnos. Ni una mujer ni un abogado cristiano pueden luchar en un caso de conversión forzada, por muy inteligente o influyente que sea la persona. Importantes políticos y personalidades nos han visitado y estamos recibiendo llamadas de activistas en el extranjero. Sin embargo, nada de esto tiene peso en los tribunales. Nuestro abogado musulmán se enfrenta a unos 50 abogados de la oposición. Los clérigos, que llevan grandes libros, citan hadices [dichos proféticos] y ejemplos de matrimonios de profetas con chicas menores de edad”.

“Todos los sábados visitamos a nuestra hija en el refugio. Está confundida. Ante la policía, dice que ha leído la kalma [la proclamación de fe islámica] y que ahora es musulmana. Ante el tribunal, insiste en que se casó con Ali Azhar por su propia voluntad y que tiene 18 años. Sin embargo, cuando la visitamos, acepta volver a casa. Pero cuando nos vamos, nos pide por teléfono que organicemos una reunión con su cuñado musulmán. Las mujeres mayores del centro le están lavando el cerebro. No es lugar para una niña”.

“Cada vez son más las familias que se enfrentan a conversiones forzadas que hablan y comparten sus historias con los medios de comunicación. Sin embargo, no somos ricos ni poderosos como los musulmanes”.

“Esta Navidad ha sido como vivir una agonía. Fuimos a misa pero no hubo alegría, ni compras, ni visitas a los familiares. Una familia le regaló ropa nueva a nuestros hijos. Un rato después, un desconocido nos amenazó con denunciar a Azhar. Ahora nos cubrimos la cara antes de salir. Mi mujer se ha vuelto diabética y sufre de hipertensión y cálculos renales desde la tragedia. Solo llora en la casa de acogida. Estoy desesperado. Por favor, recen por nosotros, por nuestra familia y por mi hija. Que Dios escuche nuestras oraciones”.

ACN ha apoyado regularmente el trabajo de la Comisión Nacional de Justicia y Paz (CNJP) de los obispos católicos y ayuda a financiar la rehabilitación y reinserción de los cristianos liberados de la cárcel.

—Kamran Chaudhry